La personalidad la heredamos de nuestros padres. Con un solo limón se puede revelar como es capaz de funcionar nuestra mente. Para saber esto se hace un experimento con dos grupos de estudiantes totalmente distintos. El cerebro responde dependiendo del estímulo. En los introvertidos hay un área del cerebro que es muy sensible al zumo del limón, en cambio, en los extrovertidos esta zona no es tan sensible y no reaccionan tanto al zumo.
Los padres pueden influir mucho en el desarrollo de sus hijos en la infancia. Nos vamos desarrollando dependiendo de lo que sucede a nuestro alrededor. Si de pequeños vivimos lo mismo varias veces acabamos por tener esto como norma.
En ciertas ocasiones, tenemos impulsos los cuales se pueden frenar con los lóbulos frontales, haciendo que estos se fortalezcan controlando nuestra ira.
Respecto a nuestra personalidad, nuestro cerebro tiene diferentes partes que se combinan para formar nuestra identidad. Los lóbulos frontales controlan diferentes aspectos debido a que nuestro cerebro todavía no ha madurado cuando somos pequeños no comos capaces de controlar nuestros impulsos.
Al final de la niñez nuestra personalidad sufre un cambio crítico, que nos puede hacer perder el rumbo: la pubertad. Tenemos una aparente insensibilidad debido a las señales en las nuevas ramas de nuestras neuronas pueden interrumpirse y confundirse, por eso, los adolescentes somos más lentos para entender emociones. En esta adolescencia nos empiezan a llamar la atención las actividades de riesgo, lo cual hace que seamos amantes del riesgo el resto de nuestras vidas.
De adultos no tenemos porque estar limitados a no poder alterar nuestra personalidad, esto sí es posible, y en poco tiempo, y los psicólogos han encontrado una excelente forma de hacerlo, cambiando nuestro estado de ánimo.
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